Panadería conventual
Panadería conventual
Es importante mencionar que en el mundo conventual novohispano, la panadería tuvo un papel destacado, ya que fue base de la alimentación diaria, símbolo de caridad y consuelo para los necesitados, y también formó parte del sustento de las congregaciones religiosas.
En algunos conventos del siglo XVI se encontraron restos de hornos, ya que ahí cocinaban su propio pan para agasajos y fiestas de las comunidades religiosas. En el Convento de San Jerónimo, Sor Juana Inés de la Cruz (s. XVII), realizó una trascripción de 37 recetas del libro de cocina del claustro, de las que la mitad eran de panes.
Los conventos de la
Concepción y de Santa Catalina de Siena elaboraban empanadas; el de Nuestra
Señora de Guadalupe y el de San Bernardo, bizcochos y tostadas. El de Santa
Teresa la Nueva era especialista en marquesote de rosca. Santa Clara y Santa
Mónica eran famosas por sus rosquillas de almendra y los crujientes polvorones.
En Querétaro, las monjas
franciscanas de Santa Rosa de Viterbo tuvieron la creatividad de elaborar las
crujientes puchas, en forma de concha con sabor anís, decoradas de glasé de
colores.
Pan de nieve
Pan con mantequilla de miga muy esponjosa y corteza fina.
Aspecto: Pieza alargada con las puntas redondeadas, con 8 cortes transversales
Color: Color blanquito
Olor: Intenso, a mantequilla
Sabor: Muy suave, con matices a mantequilla. Corteza suave también.
Conchas
masa similar al brioche.
Constan de dos partes: el pan esponjoso de abajo y una masa de galleta arriba
que le da sabor y contraste de texturas.
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